Del mundo secreto
de las cosas
La antigua sabiduría cuenta que existe un mundo secreto de
las cosas y que son ellas las que ejercen su magnífico poder sobre la realidad,
alterando los designios de los humanos e incluso sus destinos.
En el pasado, a este mundo ignorado se le llamaba justicia
divina o milagros y se fundamentaba en la creencia que la auténtica verdad obedece
a una justicia existencial.
Quizás sea una superstición, quizás una revelación de los
sueños o quizás delirios de las mentes de algunos sabios de la antigüedad.
O tal vez era una verdad de fe.
Y sucedió que la cruz de diamantes pertenecía a ese mundo y mostraba
su poder en forma sabia e inexplicable.
En tiempos pasados, cuando ella aún vivía, la abuela había
heredado la cruz de diamantes de sus antepasados.
El menosprecio de mi abuelo -el marido infiel- hacia ella y a su vez a todo lo que de ella emanara, intentó contaminar aquella joya que siempre colgaba con una cinta de terciopelo negro del cuello de la abuela, y con el propósito de devaluarla y demostrar la falsedad de los diamantes, acercó fuego a la joya; para su asombro la iridiscencia de los diamantes de la cruz permaneció incólume en su transparencia, probando la legitimidad diamantina de su esencia.
Concluyéndose que la cruz de diamante era tan auténtica y
pura como el alma de su dueña.
Cuando la abuela falleció – extrañamente- la pieza sagrada y poseedora
quizás de un secreto fue guardada bajo llave en el baúl de la muerta.
Rompiendo la promesa familiar de ser la cruz únicamente
heredada por una descendiente de la dueña como siempre había sido, en los meses
posteriores al fallecimiento, él -el marido infiel- retiró la pieza del baúl y
la obsequió a su amante, una muchacha veinteañera, hermosa y ardiente.
Poco duró la cruz de diamantes sobre el pecho de la muchacha,
por la noche del mismo día de recibida como obsequio, la joya desapareció de
todo lugar visible.
A partir de ese momento se creó una confusión, concluyendo -el
viudo infiel- que su amante la había vendido cambiando así amor por dinero, por
lo que humillado terminó su amorío con ella en forma definitiva.
Muchos años más tarde, la más pequeña de las descendientes de
la familia, una niña de sólo diez años, hurgando entre los cajones de un
antiguo ropero que aún se conservaba en un rincón, encontró una llave dorada.
La que probó en varias puertas y cajones sin resultado alguno.
Y la epifanía - lenguaje del mundo secreto - se le reveló, era la llave que abría el olvidado baúl de la abuela.
Lo abrió, levanto la pesada tapa y allí en el fondo del
mueble, brillando en su esplendor, con iridiscencia en reflejos transparentes,
resplandecía la bellísima cruz de diamantes desaparecida del mundo real y ahora
presente ante los maravillados ojos de su auténtica heredera.
Santiago, 7 diciembre 2025.
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