Cuentos y Antologías

 



 


Acaba de publicarse la nueva antología de la revista "El Cuento" de Edmundo Valadés con recopilación de Alfonso Pedraza.

En ella aparecen dos minificciones de Mónica Gómez llamadas ahora epifanías contemporáneas
" El Cuento más lindo del mundo" y "El diagnóstico"

 

 
 
 
 
 
FOTO DE CLEMENTE VIAL 
 
 
 
 
 
EL CUENTO MÁS LINDO DEL MUNDO
 
 
 
Por Mónica Gómez
 
 
 
Poco a poco aceptó que estaba despierta y que era ese pequeño ruido en algún rincón de la casa, el que la había despertado.
 
 
Pensó – mientras miraba la hora – que era un poco más tarde de lo normal, más aún que durante el último insomnio.
 
Descalza
llegó hasta el estudio  donde para su asombro,
 la antigua Underwood de los años treinta, con
su teclado carente de las letras A ( de Amor) y C (de Cariño) y sin que mano alguna la guiara
 había escrito
 
 
 El   _UENTO  M_S LINDO DEL MUNDO
 
 
 

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EL SEH - E - LEN

Mónica Gómez


Se comenta que a diferencia del feto que anida sólo en mujeres embarazadas, el Seh -e- len mora en todos lo seres humanos y que se desarrolla más vigoroso en huérfanos y dementes.

Gelatinoso, tiene la virtud de empequeñecer o expandirse a voluntad, en su hábitat dentro del lóbulo izquierdo, cerca de la parte superior de la oreja, la que a veces cosquillea desde su interior produciendo un escalofrío, que recorre la nuca hasta el cuello y que suele confundirse con una sensación de gran tristeza parecida a la melancolía.

El Seh-e-len tiene mil tentáculos con afiladas puntas, que se adhieren sólidamente, hasta a veces dañar los músculos de las paredes del lóbulo. No duerme jamás y por la noche se aferra con más fuerza y se tranquiliza únicamente si el ser que habita, sueña.

Cuando las mujeres se preñan, sus Seh-e-lenes caen en un sopor cataléptico del que no despiertan hasta el momento del alumbramiento, el instante mismo cuando se corta el cordón umbilical entre la madre y el niño.

La mayoría de la gente niega la existencia de este ser, aunque varios investigadores han manifestado (en algunas publicaciones universitarias), una que otra vaga alusión al respecto, las que se refieren a la soledad interna como el ambiente idóneo para el desarrollo del Seh-e-len.

En cambio dos o tres neurocirujanos de cierto prestigio, dicen que no es posible calificar de entes vivos a una materia de color ámbar encontrada a veces en el interior del área izquierda de la masa encefálica, sin dar mayor explicación científica a las múltiples formaciones calcáreas móviles, semejantes a pequeñísimas uñas, que la rodea.


Al parecer, quienes más se han preocupado por dar respuesta a la autenticidad o no del Seh-e-len, son lo lamas del Monasterio Bool en el Tíbet, los que han extraído, mediante delicadas técnicas de autosugestión, algunos ejemplares vivos en mujeres albinas y niños mongólicos, los que conservan en gigantescas cámaras de silencio, aisladas de todo estímulo, uno en cada una, separadas por una distancia de cinco kilómetros y bajo una temperatura ambiental de menos 80º C.

La opinión oriental es quizás la que da más luces sobre el asunto (probablemente porque es la única técnica experimental que ha aislado a lo seres en estado puro, fuera de su lugar habitual) y concluye que el Seh-e-len es la soledad misma, ese vacío inexplicable que acompaña al ser humano desde su nacimiento y durante toda su vida.
Y aconseja que si alguien desea hacerlo desaparecer para siempre, debe -a través de una tan selectiva como ardua búsqueda- encontrarle la pareja.



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EXTRAÑO AMOR POR UN NEGRO FRANCÉS



Por Mónica Gómez




PRIMERA PARTE

Ni siquiera la infusión de gálbula para anular el veneno lograba matar el amor de la escritora por el negro francés.

Lo había intentado todo.

Humillar su belleza comparándola con la imagen de una máscara de oro.

Deshacer el hechizo de su eterna presencia aún en los momentos de ausencia, pronunciando la palabra mágica Kaulakau, llave universal de las puertas del cielo.

Hasta, repetir en sentido inverso tres veces su nombre, para hacerlo desaparecer de todo lugar en la tierra, el alma y el pensamiento.

Pero nada.

Se habían conocido en la casa de antigüedades de Leopoldo Vial Jones , en el tercer remate de la temporada de invierno.

(Premiêre partiè et contre partiè perfecto – pensó la mujer – admirando el hermoso cuerpo negro en el cual el blanco semejaba una armonía similar y contrastante).

(Él en cambio no la vio, con dificultad la logró confundir con una clepsidra, escasísimo reloj de agua, antiguo, transparente y puro, que podría reflejarle su imagen).


SEGUNDA PARTE


El segundo encuentro había sido en el mismo lugar.

Aunque esta vez a solas.

Sin público que entorpeciera las miradas, la escritora impúdica lo miró fijamente, ofreciéndole todo, absolutamente todo, lo que quisiera, cualquier cosa.

Él, feral, le pidió su imaginación.

La mujer se retiró del lugar pensativa, su imaginación era lo único que realmente poseía, su más preciado tesoro.

La escritora se sintió perdida, tanto, que llegó a pensar que el error había sido al parecer, la obnubilación de pensamiento que tuvo al enamorarse cuando lo conoció, sin entender que era un imposible, un absurdo en su esencia misma, no un amor sino una idea del amor propia de una imaginación idealista (la influencia de Kandinsky y el alma de todas las cosas sería siempre su perdición) ahora ante esta solicitud –pensó- debía tener más cuidado.

A él en cambio , sólo el hecho de haberla hecho dudar lo dejó satisfecho.

La crueldad era algo que le producía hondo placer, su larga vida se debía a este implacable ejercicio y la muerte prematura de jóvenes enebros.

A los nueve días la escritora regresó.

Él impasible…esperaba.

La mujer traía una propuesta, la había pensado muy cuidadosamente, sabía no podía cometer errores.

Le ofrecía la inmortalidad, ejercer su reconocido arte e inmortalizarlo en una historia que lo reflejara con

iridiscencia de nácar, opacidad veteada de carey y majestuosidad de bronce.

Indudablemente la propuesta era interesante y habría sido la adecuada si él no hubiese sido legítimo.

Ella no sabía (jamás podría haber imaginado encontrar uno verdadero tan lejos de su lugar de origen) la inmortalidad era algo que él tenía por derecho propio desde hacía años, muchos años.


TERCERA PARTE

Él se sintió ganador desde un principio. No podía ser de otra manera, tenía a su favor una gran experiencia de vida, enormemente mayor que la de ella.

Con el propósito de provocar aún más la pasión de la escritora, decidió por unas horas, unicamente unas horas –la idea que fuera definitivo lo sacaba de quicio- abandonar su egoísmo de artista, de obra de arte viviente y convertirse en ser humano.


La noche, la verdadera noche solamente tenía unas cuantas horas, entre la medianoche y las tres de la madrugada, tiempo suficiente para visitarla.


El espacio del sueño, segunda oscuridad, sería el lugar donde podría actuar.

Así, y sin dificultad entró lentamente al sueño de la mujer que en ese momento, como desde hacía nueve noches, soñaba con él.

No lo sorprendió verla desnuda, le pareció que siempre la había visto así.

Ella se movió inquieta al sentirlo en este sueño más cerca de lo acostumbrado y palpar una textura diferente, menos fría y más suave al tacto.

Lo recorrió subiendo sus manos hasta encontrarse con una boca que la desconcertó y que acarició primero con sus dedos y luego con la lengua, sintiendo un vértigo que la arrastró hacia un lugar donde únicamente era una hembra sin otro deseo que ese hombre oscuro que entraba en sus sueños.

Él, sabedor de sus deseos más íntimos, de sus sueños, la acarició sabiamente.

Rendida, Loreto lo reconoció en el dulce aroma de enebro que había sentido cuando lo sintió por primera vez y que entró por su garganta invadiéndola.

Toda ella era ya una parte de él.

Él tomó lo que por derecho le pertenecía, ella lo cobijó entre sus piernas, entregándose.

Se amaron.

El secreto los unió.



CUARTA PARTE


“Efectivamente es un auténtico Boulle, llamado así por ser obra del reconocido ebanista francés Charles André Boulle, pintor, grabador y arquitecto, el más importante artista de su época quien vivió entre 1642 y 1732 y trabajó el bronce, carey y nácar sobre los paneles taraceados de sus muebles negros de madera de enebro enriqueciéndolos así fastuosamente y convirtiéndolos en
auténticas obras de arte” –dijo el anticuario a la escritora Loreto Lo.

“Pero yo como amigo –aconsejó en voz baja- no te recomiendo comprarlo, se dicen muchas cosas sobre Boulle y su obra”

“ Una... que fue tal la pasión con la que este ebanista elaboró cada una de sus piezas, que –cuentan- todas tienen ese aliento vital que lo poseyó y que las hace casi humanas”.

“Existen algunas piezas impecables, cuyo lacado alcanza una perfección metálica, este escritorio negro que te tiene seducida, por ejemplo” –concluyó el hombre.



EPÍLOGO

“Ha sido un largo, laborioso y difícil camino” –dijo Loreto Lo al periodista que la entrevistaba por el éxito de su reciente novela “Extraño amor por un negro francés” –mientras acariciaba sobre su hombro izquierdo el bellísimo

tatuaje con reflejos de iridiscencia de nácar, opacidad veteada de carey y majestuosidad de bronce, regalo de un

hombre oscuro que la visitó una noche en sus sueños con la intención de arrebatarle su mundo, el mundo de la imaginación, y que había perdido en este encuentro cuidadosamente urdido por ella, escritora onírica de principios de milenio quien sacrificaba todo por la creación.

Todo.

Incluso...

su más hermosa historia de amor.



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EL DIAGNÓSTICO


Mónica Gómez

Le había advertido el médico que una sola gota podía provocar la crisis, a pesar de los ya tres años, mil novecientos días o veintiséis mil doscientos ochenta horas (que eran lo mismo) sin sentir el aromático, áspero y rojizo sabor de un Chautenef du Pape.
Esa noche más larga que las otras, el deseo dominó al temor y el hombre soñó como lenta, muy lentamente, tomaba la copa redonda y suave como pecho de mujer, y bebía hasta el fondo, el espeso y lascivo líquido color burdeos.
Por la mañana, el diagnóstico implacable no admitió dudas: fallecimiento por paro cardíaco consecuencia de una cirrosis total, agudizada por ingestión de bebida alcohólica.

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