lunes, 5 de febrero de 2024

Posfacio del escritor rumano Daniel Dragomirescu de "Memorias y Confesiones de una niña triste" libro referencial memoria de Mónica Gómez en edición bilingue español-rumano

Posfacio 


Al leer el libro "Memorias y confesiones de una niña triste" en la mente de cualquier lector experimentado, surgen en la mente de las obras de referencia de la literatura del siglo XX, a las que pertenece Mónica Gómez a modo de formación y conciencia: la del libro “Confesión para los vencidos” de Panait Istrati y la novela “La hora 25” de Constantin Virgil Gheorghiu. Aunque aparentemente los dos autores rumanos de lengua francesa conocidos en todo el mundo se sitúan en dos posiciones ideológicas opuestas, siendo el primero reconocido como un hombre de izquierdas y el segundo como un hombre de derechas, desde el punto de vista humano son completamente idéntico . Como sabemos, Panait Istrati, seguidor convencido del Partido Comunista Francés y protegido del escritor francés Romain Rolland, fue enviado hacia 1935 a la Unión Soviética, para que a su regreso publicara un libro en el que debía glorificar a los trabajadores. ' paraíso y de los campesinos bajo los auspicios del régimen socialista estalinista. ¡Pero qué sorpresa! El comunista sincero que fue Panait Istrati, aunque tratado como un rey por el régimen estalinista, viajado en limusinas para ver las hazañas épicas del sistema soviético, etc., descubrió tantas discrepancias entre la propaganda y la realidad, que no pudo evitar criticar o denunciar las graves deficiencias del régimen soviético, que había desarrollado un sistema burocrático de enormes proporciones, conocido como "nomenclatura" por el Partido y el Estado. El Estado soviético era, en realidad, un Estado de funcionarios de la nomenclatura, y muy poco de trabajadores y campesinos, que padecían injusticias, abusos y llevaban una vida difícil. Panait Istrati estaba particularmente indignado por el caso de un trabajador soviético, injustamente condenado a prisión, pero todas las intervenciones que había hecho ante las autoridades estalinistas para obtener la liberación del inocente terminaron sin resultado alguno. Decepcionado, el escritor regresa a Francia y, en lugar de publicar el libro elogioso sobre el régimen soviético, describiendo sus grandes logros, escribe y publica, lleno de amargura, "Confesión para los vencidos". No hace falta decir que, tras la publicación del libro, Panait Istrati fue exiliado por el Partido Comunista Francés y acabó sus días poco después, en un hospital, enfermo de tuberculosis. Sin retractarse de su credo humanista, el tiempo que le quedaba de vida, el gran escritor decidió, tras esta amarga experiencia, no volver a afiliarse a ningún partido u organización, convencido de que cualquier partido y cualquier organización están destinados a "servir a los organizadores y no a los organizado". Por otro lado, Johan Moritz, protagonista de la novela "La hora 25" de Constantin Virgil Gheorghiu, ilustra el caso del apátrida, que no se beneficia de ningún régimen político. Terminando en prisión como víctima de la dictadura militar de Ion Antonescu, Debido a las intrigas del jefe de los gendarmes de su ciudad de Transilvania, que pretendía seducir a su esposa, se ve envuelto en una serie de aventuras, como fugitivo en Budapest, junto con un grupo de judíos a los que había ayudado, luego Es arrestado por los alemanes y deportado a Alemania, en trabajos forzados. Sin embargo, en Alemania, debido a una inspección racial entre los deportados, se le considera un puro exponente del tipo ario y se le encuadra contra su voluntad en las SS. Cuando Alemania es invadida por el ejército estadounidense, el protagonista es nuevamente arrestado y enviado a un campo de prisioneros estadounidense, donde tiene que sufrir otras dificultades. Víctima de dos regímenes políticos de extrema derecha, primero el del mariscal Antonescu y luego el de Adolfo Hitler, el héroe de la novela se ve empujado a seguir el camino de su calvario existencial. Con Johan Moritz tenemos el caso del hombre arrojado por el destino, como una pelota, entre dos frentes ideológicos, convirtiéndose en un apátrida al que nadie reconoce como propio. El final de la novela es dramático, en el colmo de la tragedia que había sido su vida, tan duramente puesta a prueba. En el libro "Memorias y confesiones de una niña triste", Mónica Gómez habla de sus experiencias existenciales antes y después del golpe de Estado del general Pinochet, así como de su vida a lo largo del exilio mexicano y del "nuevo Chile", con el que se confronta cuando regresa del exilio. Adherente convencida al régimen marxista del presidente Salvador Allende, la protagonista vive con gran dramatismo el momento del golpe de Estado militar de septiembre de 1973 y recuerda el impacto traumático que produjo la dictadura militar en su primera fase, que fue también la más dura, cuando incluso ella, que tenía impresos marxistas en su casa, sin haber tenido nada que ver con los hechos, corría el riesgo de ser arrestada y enviada sin ningún proceso justo a las prisiones o campos de concentración del régimen de la dictadura militar. Lo mismo ocurrió y duró mucho tiempo en Rumania, después de la instalación del régimen comunista, pero causó víctimas entre quienes no apoyaban la dictadura comunista impuesta por Moscú o tenían otras convicciones políticas, por ejemplo los socialdemócratas. La represión funcionó bien en ambas situaciones: la dictadura de Pinochet llenó las cárceles con partidarios y simpatizantes del régimen marxista de Allende, mientras que la dictadura de Gheorghiu-Dej llenó las cárceles con opositores a la dictadura comunista. Tanto en un caso como en el otro se cometieron grandes abusos contra los derechos y libertades del ser humano. La autora evoca, con gran fuerza de sugestión, la atmósfera de terror que reina cuando se instala una dictadura. En la secuencia “Año 1973. El golpe militar del 11 de septiembre” leemos: “Nos encerramos en nuestras casas, hay toque de queda y nadie puede salir a la calle, no tenemos mercadería, los vecinos de derecha nos dan comida para los niños a través de los panderetas bajas de las medianeras, del otro lado llegan cigarrillos de los vecinos de izquierda, a todos nos une el miedo, ya no hay disputas políticas, no hay "hablar de política, eres peligroso e inútil”. Al cabo de un tiempo, la protagonista logra expatriarse en México, tras un largo y arriesgado viaje por España y Argelia. En México se involucra desinteresadamente en actividades culturales y crea una agencia de publicidad, apoyando materialmente la lucha de los inmigrados chilenos: "En política y en la lucha contra la dictadura, nunca necesité apoyo financiero de partidos en el exterior, al contrario, puse a disposición un automóvil, obras donadas por pintores mexicanos y aportes en dinero”. Sin embargo, al poco tiempo, la protagonista también conoce el lado menos agradable del "Partido", representado en México por personas de diferentes cualidades humanas y con una visión dogmática de la línea política oficial. Sintomáticamente, la protagonista repite, en otras condiciones y en otro espacio geográfico, la amarga experiencia que vivió Panait Istrati en sus vínculos con el Partido Comunista Francés. Inicialmente elogiada por su primer libro en prosa (Aproximaciones, 1989) publicado en el exilio, luego es humillada y criticada por el Partido, que la destierra y logra que sus libros sean retirados de las librerías, incidente que demuestra que el pensamiento totalitario, ya sea desde de derecha o de izquierda, actúa de manera similar, sin importar la hora y el país: "Fatal, después de la presentación la pena fue muy severa. Luego me chantajeó: "el dirigente del partido" me envía a mi oficina  dos matones  (control y cuadros) de la organización, me exigen disciplina y negación a mi opinión de negarme a la lucha armada, y se me ordena hacer acciones que no están en mi calidad de persona, me niego y cae la desgracia, se saca mi libro de todos lados, ya no soy la nueva María Luisa Bombal, escritora chilena de gran reconocimiento, ahora según ellos probablemente pertenezco a la CIA y mis libros desaparecen”. ¡No más comentarios! Pero el mayor trauma de la protagonista lo vivirá en 1993, al finalizar la dictadura militar, cuando decide repatriarse y descubre que la sociedad chilena estaba dividida y el régimen democrático estaba marcado por muchas carencias. Chile, tal como era en 1993, era muy diferente del Chile de hace dos décadas. La radiografía aplicada al "nuevo Chile" carece de perspectiva, el país había sido muy afectado por las casi dos décadas de dictadura militar. Además, la protagonista se da cuenta, al igual que el héroe de la novela "La hora 25", de que entre su país natal y el país donde había sido exiliada no tenía un lugar concreto, siendo sólo trágico el sentimiento de desarraigo y de su no aceptación: "Veintidós años después de mi regreso a Chile y todavía me siento extranjera en mi propio país. (... ) Y el descubrimiento abismal de comprobar que el regreso a la democracia, el motivo por el que había regresado, no era cierto, sólo había sido un cambio de poder menos cruel y sanguinario, pero indiferente a las personas que no eran miembros de un partido político. Apareció la forma aparente de democracia, pero su contenido, lo real, lo verdadero, ya no existía" ("Año 2022. Posición ideológica") (...) "Chile no me quiere" ("Año 1995. El nuevo Chile "). El estilo narrativo de la autora es fluido, marcado por toques de ironía, en una cronología discontinua y con saltos en distintas épocas, desde el pasado más lejano y cercano hasta el presente, una cronología dictada, quizás, por la memoria afectiva, y los pasajes narrativos se cruzan con textos líricos. Tanto por su estructura como por su mensaje, "Memorias y confesiones de una niña triste" pertenece a la literatura de experiencias y confesiones, desde las "Confesiones" de Jean-Jacques Rousseau, hasta los escritos de Dostoievski, Panait Istrati  o Constantin Virgil Gheorghiu.  


                                                                                        Daniel Dragomirescu


Comentario literario del PEN Chile de libro "Memorias y confesiones de una niña triste" de Mónica Gómez


El Comité de Mujeres Escritoras
 de PEN Chile  ha iniciado esta nueva acción que contempla un comentario mensual sobre la obra de una de las integrantes del comité. Hoy, comienza con nuestra socia, la escritora Mónica Gómez, que ha publicado en Rumanía su último libro en género referencial Memorias y confesiones de una niña triste. El libro viene en dos idiomas español y rumano y puede consultarse en el catálogo de la Biblioteca Nacional y el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos donde puede bajarse en edición digital. 
Memorias y confesiones de una niña triste. Libro género referencial.2022 editado en forma bilingüe español-rumano en Rumanía Editorial PIM,
(Géneros discursivos “referenciales”, aquellos donde, al revés de lo que ocurre en los ficcionales como la novela, aquí el autor y sujeto de la enunciación (o “narrador”) coinciden: son el mismo
 y opera,  invariablemente, con un referente extra textual de diversa identidad: cultural, social, político, literario, artístico y biográfico). 
Esta teoría del  género referencial es de construcción más bien tardía, en lo fundamental del siglo XX, de su segunda mitad más exactamente. El surgimiento del interés conceptual por este género parece estar asociado, en su origen, a la crítica de las vanguardias históricas (primeras décadas del siglo XX) al principio (ideológico) de la “autonomía” del arte, es decir, al cierre de la obra sobre sí misma como orden estético y cognitivo. 
Memorias y confesiones de una niña triste, tiene los méritos de ser un libro escrito por una mujer en circunstancia que este género referencial ha sido en Chile casi exclusivo de hombres, la inclusión a dos voces, narrativa y poesía; confluyendo en una expresión estética experimental bien lograda de hacer coincidir hechos reales con emociones sentidas en momentos cruciales de la historia.
Mónica Gómez en Memorias y confesiones de una niña triste, nos da a conocer la vida de una escritora que  busca y explora de forma existencial lo que vivió en una época y bajo un ambiente de terror en Chile, luego su exilio en México, España y Argelia y más tarde el retorno al país de origen. 
Sus vivencias creativas armonizan y pasan con gran dinamismo desde una narrativa que interpela a una lírica que da  ritmo y  sentido estético al mostrar en este género, una dialéctica que la hace cercana y afectiva especialmente en la voz de la niña que la habita. 
Y propone y legitima que la autora se comunique en todo momento con una voz clara y desafiante, con valentía  y reto ante las adversas circunstancias. 
Existe algo de teatralidad poética, cuando “la voz”  se concede la libertad de soñar y volar hacia otros mágicos portales. 
La técnica de la escritura utiliza el racconto, comienza en el año 2022, vuelve al pasado con fechas memorables en el acontecer de la protagonista, varias y no secuenciales, para luego finalizar el libro también en el año 2022, en un giro completamente redondo en su estructura. Técnica literaria que actualmente se usa en el cine  llamado flashback,  interrupciones cortas del presente, con inserciones del pasado que requieren de mucho oficio literario estructural. 
 Memorias y confesiones de una niña triste, dinámica de escritura de hacer coincidir narraciones  con textos poéticos, nos da a conocer la vida de una escritora que  busca y explora de la forma existencial  más completa posible los hitos  importantes de su vida, lo que refleja una memoria racional y emocional , exigente y valiosa : sin duda  a toda la vida política y artística de la protagonista. 
Finaliza con el retorno de la escritora a Chile, país irreconocible, donde se siente más afuera que adentro y nos muestra la forma en que desarraigada vive el presente y salta hacia el pasado, en un entrecruce que invoca al ser y llega por momentos a no ser, al padecer  la indiferencia ante una obra potente. 
Publicado en español y rumano, el rumano, un idioma distinto que usa las mismas palabras con acentos diferenciados, que al traducirse nos muestran que son tan parecidos en sus raíces latinas que nos resultan entrañables y conocidos.

















Libro bilingue "Memorias y confesiones de una niña triste" de Mónica Gómez, registrado en la biblioteca de la Academia Chilena de la Lengua y comentario literario de Juan Antonio Massone, Censor de la Academia.



Entre las facultades que forjan nuestro ser, la memoria cumple el papel de registro, de acervo de lo vivido; brinda ella la posibilidad de revisitar los episodios, las resonancias y significaciones en los cuales reconocemos nuestra continuidad en el tiempo. Acaso es admisible hacer una diferenciación en el interior de ese ámbito resonante de la memoria, si decimos que este alberga recuerdos y lo inolvidable. Los primeros regresan apenas un estímulo circunstancial hace presente lo pretérito; lo inolvidable, en cambio, corresponde a un contenido grabado con fuego en la piel de la memoria. Los unos van y vienen; lo otro, se apodera de un tono y de un énfasis de los que no es posible desentenderse. La escritora chilena Mónica Gómez ha publicado Memorias y confesiones de una niña triste (Bibliotheca Universalis, Rumanía, 2022), edición bilingüe acompañada de un interesante comentario del escritor Daniel Dragomirescu. Obra a dos voces, o, si prefiere, en una voz memoriosa que se expresa en formatos y tonalidades diversas: verso y relato, infancia y adultez, de las cuales emerge la crítica a que somete lo vivido de una realidad inamistosa, signada por el rechazo experimentado en la familia troncal y por las vicisitudes de una historia, agria e implacable, que hiere con desafecto, aspereza y reiteración. “Ante la burla o ridiculización de los adultos, nació la costumbre de huir, de no enfrentarse, de ocultar la tristeza como una forma de vergüenza, en un ropero que había quedado en la pieza abandonada…” (p. 21) La zarandeada historia se comprueba, en este libro, en las mudanzas de casa y de país a que se ve sometida la protagonista. El habla interior acude a compartir lo privado con el desplante tan propio de una memoria confesa. El carácter confesional supone un atrevimiento mayor cuando es necesario aliviar la memoria al mismo tiempo de ejercer un conjuro a propósito de aquello que debe ser liberado. La participación en los desajustes del exilio y el conocimiento que le deparara la conducta de muchas personas es, sin duda, un contenido desapacible. El diseño de diario de esta obra colabora a intensificar la denuncia, la corrupción de los ideales y los excesos negativos en los que se transforma el fanatismo político con efectos de aislamiento, de funa y de cancelación en perjuicio de quienes no se muestran obsecuentes con la arbitrariedad ni con el designio trazado por los militantes orgánicos. Un sentimiento de extrañeza y de extranjería queda expreso en las observaciones y recuerdos de la protagonista en su retorno a Chile, “un país donde se funciona más por la lástima que por la admiración” (p. 41) Intensidad y valentía son dos cualidades sobresalientes en el libro de Mónica Gómez. Conocerlo ofrece la posibilidad de atender, por su intermedio, otras historias verídicas de una etapa que urge mucho más de testimonios genuinos que de previsibles eslóganes, tan satisfechos como falaces. Libro bienvenido.

lunes, 3 de abril de 2023

Memorias y confesiones de una niña triste, libro de Mónica Gómez editado en Rumania con aporte visual de la obra "La Mirada" del pintor chileno Hernán Valdovinos.

 


Libro "Memorias y confesiones de una niña triste"



Escritora Mónica Gómez


                                            Obra "La Mirada" del pintor Hernán Valdovinos

         


                              Pintor Hernán Valdovinos donador de la obra de portada del libro








sábado, 1 de abril de 2023

COMALA, escrito literario de Horacio Delgado Rangel sobre visita a Comala de la obra Pedro Páramo de Juan Rulfo

Comala 


 Por Horacio Delgado Rangel 






Una tarde de domingo frente a la iglesia de Comala miré en todas direcciones buscando La Media Luna, el quiosco, un reloj solar de los equinoccios y solsticios, una banca con una estatua de Juan Rulfo de bronce, quien me encontraba con Juan Preciado y me contara de primera mano su impresión de llegar a Comala, el averiguó el precio de cumplir algunas voluntades de difunto, se corre el riesgo de conocer el otro lado de la luna, hurgar en el baúl de los recuerdos, escarbar y enterarte que sólo era un saco con su propia historia, ya lo bajaste de pedestal y se convirtió en humano ni tan malo ni tan santa, corres el riesgo que te pase como en el Secreto de Romelia, pero al fin parte de tu propia vida e historia, este calor sofocante que únicamente lo mitiga una cerveza muy muy fría, creyendo escuchar entre sus calles empedradas cascos del caballo de Miguel Páramo. 




Pedro Páramo 

 De Juan Rulfo 


  Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte». Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aún después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas. Todavía antes me había dicho: —No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro. —Así lo haré, madre. Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.

lunes, 9 de enero de 2023

EL BLOG DE ASOLAPO ARGENTINA: El retorno, Mónica Gómez, Santiago, Chile

EL BLOG DE ASOLAPO ARGENTINA: El retorno, Mónica Gómez, Santiago, Chile:     El retorno                                                                                                            Sé que la verdad...

lunes, 28 de marzo de 2022

Narrativa poética "Septiembre del 73" de Mónica Gómez en libro próximo a editar

SEPTIEMBRE DEL 73 Mónica Gómez Dicen que mi madre está loca, y lo repiten todos constantemente, todos los días, a cada instante, intentando una torpe explicación a una actitud inexplicable a partir de aquel once de septiembre en el que desapareciera violentamente y para siempre Dantón, hombre por el que dicen sentía un extraño y obsesivo cariño, confundido malamente con amor. Ahora, la verdad es que ella no está loca, sólo ligeramente trastornada ante la desaparición de quien se cree cayó bajo las ráfagas de la metralla o fue secuestrado misteriosamente y por manos aún más misteriosas de gente inmencionable dada la delicada situación que se encuentra el país, luego del once de septiembre. Yo le miro hacer todos los días porque vivimos en la misma casa (la casa que construyó mi padre) y observo los rasgos de locura que los otros dicen como un hermoso ensoñamiento ausente que alcanza a veces los ribetes del éxtasis. Y su largo, larguísimo cabello blanco que recoge alrededor de su brazo derecho para no pisar (encanecido prematuramente hasta lo albino y señalado en muchas oportunidades como una palpable muestra de su locura) como el manto con que decoraba su cabeza en esos encuentros tan imaginarios como clandestinos a los que sale algunas veces, y coincidentes siempre con plateadas noches de luna llena. Y aunque ella no me ve desde hace tiempo, desde un once de septiembre, yo trato de que sí lo haga, y juego a su alrededor, y salto, y me subo a los árboles para ver si alcanzo su mirada perdida, y echo al aire volantines de colores que llegan muy lejos en el cielo para ver si ellos encuentran esa mirada, y me enfermo, y la fiebre me consume por las noches, y me caigo una y otra vez con las rodillas ensangrentadas, y me quemo con los fuegos artificiales todas las navidades, y me corto el pelo hasta lo inverosímil para ver si pareciéndome a un niño consigo su mirada, y acerco mis mejillas a sus labios últimamente muy fríos, y meto mis dedos entre su cuello y su piel sudorosa. Pero nada, ella no me ve, no me toca, ni me mira. Ni a mí ni a nadie, ella sólo se ve a sí misma y su cuidadoso atuendo personal, que prepara para alguien que no sabemos quién es, sus pezones que unta diaria­ mente con miel, su pubis que suaviza con aceite de almendras, sus pequeñísimos pies de geisha que perfuma con una mezcla de mirra conseguida quizás en que remoto lugar y traída a la casa por ese personaje de tan rara apariencia, venido de tierras lejanas y con ropas de guerrilla, llamado Dantón, dícese activista, hoy desaparecido y causante de la locura que dicen aqueja a mi madre. Y siento como el tiempo de mis juegos y mis sueños se alarga sin ella donde se siente el hueco de su presencia tan, pero tan querida, lugares donde debo (a mi pesar) crear otros personajes de reemplazo, sabiendo de antemano que su ausencia es irremplazable. Y el tiempo se hace tan largo, que me sorprendo descubriendo que los días tienen ahora más horas y que aunque llega el tiempo de dormir, yo no puedo hacerlo porque no obscurece, el sol no termina de irse y todo parece señalar que puede repetirse otro largo, angustioso y temido once de septiembre. La cosa está así y ya, nada más y nada menos que al parecer nadie entiende nada de nada, y sin intentar siquiera ser considerados con mi madre en esta tan especial situación de ella parecen disgustados y hasta indiferentes, sin desear saber si le pasa algo grave, si sufre, si realmente radica en esa causa su extraño proceder o si necesita de nosotros. Descalificando cualquiera de sus actos que a mí me preocupan mucho, como el salir a vagabundear tonta y absurdamente en busca de algo que no encuentra, pero que busca sin sosiego desde un once de septiembre. Y esto me tiene mal porque yo voy siempre tras ella a sabiendas que no me ve, que no me siente, siguiéndola por lugares que a veces me atemorizan, como aquellos cerca de los edificios que rodean la Moneda, donde falleciera el presidente un once de septiembre o esos otros aún más lejanos, cerca de los cordones sindicales, obscuros y aún teñidos de rojo, donde dicen se vio con metralleta en mano a Dantón por última vez y que ahora y desde esa fecha son lugares inaccesibles, terriblemente resguardados por los militares y donde acudir puede ser señal de rebeldía y ser severamente sancionado. Y yo la sigo porque nadie más lo hace y porque también sé que ella es muy débil y aunque parece sana, no lo es tanto y puede ser fácil objeto de atropello, violación o muerte, dado que últimamente eso se ha convertido en costumbre, y la costumbre se practica todos los días, religiosamente. Ya no me intimidan los ojos de los otros que me miran severamente cada vez que salgo tras ella, diciéndome con la mirada y los gestos que soy una perdida como ella, que quizás tenga el mismo fin, y escupiéndome... ¡que soy digna hija de mi madre, de mi madre, la loca! Que yo para mis adentros siento esas palabras sentenciosas como algo inevitable, que así es y de ninguna otra manera y pesando la sentencia sobre mi espalda, salgo y la sigo porque aunque digan que mi madre está loca, creo que únicamente tiene un trastorno de ausencia y que está desvalida por lo que mi deber es estar con ella, aunque nadie lo entienda, ni nadie lo quiera. Me he dado cuenta que por las noches no duerme y aunque reposa en la obscuridad de su alcoba, sus ojos están abiertos. Eso porque muchas veces (sigilosamente para no ser sorprendida) entro en su cuarto y me tiendo sobre la alfombra al lado de su cama a escuchar sus suspiros los cuales son las únicas manifestaciones de vida que emiten sus labios desde aquel fatídico once de septiembre en el que dicen, ella, mi madre, perdió la razón Hace unos días (no lo esperaba) y mientras jugaba sobre el regazo de mi madre pensando que ella no se daba cuenta, una de sus manos se movió hasta mi pelo, acariciándolo suave dulcemente, en un gesto inaudito desde hacía mucho tiempo, un gesto que parecía un retomo de quizás qué extraño lugar lejano y absurdo, enormemente lejano y enorme­ mente absurdo. Creo (de eso no estoy segura) esa caricia puede ser el inicio de su presencia de nuevo entre nosotros, tan, pero tan largamente esperada desde que su alma desapareciera misteriosamente. A pesar de los gestos adustos de los que nos rodean y a veces los rostros imperturbables de algunos o la fingida indiferencia de otros, todos, hemos notado algún rasgo en ella, en mi madre, que demuestra que nos comienza a ver nuevamente, sin ir más lejos en el día de ayer, cuando en un acto espontáneo e impropio de mí, decidí mirarme en los hermosos ojos de ella, quien en respuesta (muchos lo presenciaron y no cabe la falsa interpretación) me mirara con su otrora perdida expresión de antes inundada de agua salada, con ese gris de ternura que le conociéramos durante tantos años cuando jugaba sobre su cama conmigo o cuando despertaba soñolienta por la mañana entre los brazos rudos de mi padre poco antes del once de septiembre. Creo que fui la primera en descubrir que lo que parecía un hecho definitivo (la supuesta locura de mi madre, en la que nunca creí), ha comenzado a quedar como un mal recuerdo; porque ayer por la tarde ha dejado aquel cuarto viejo donde se refugió durante algún tiempo y quemado la mirra con que perfumaba absurdamente sus pies, para más tarde entrar a la pieza, que anteriormente compartía con mi padre, de la que no ha salido hasta hoy por la mañana, con sus grandes ojos llenos de sueño (los de antes) mirándome luego como si hiciese mucho tiempo que no me veía, para más tarde acercarse muy despacito, tocar con sus labios (ya no fríos) mi frente y decirme con la voz entrecortada por el llanto, que me había extrañado tanto, tanto... y durante tanto tiempo, desmintiendo así y para siempre, el calificativo indigno que recibiera de todos, incluso de aquellos que ella más quería a excepción de mí, desde aquel obscuro, desdichado y largo, larguísimo once de septiembre.

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