De la serie “Cuentos oscuros”
de Mónica Gómez
Del destino
El
tipo era un farsante.
Todo
en él era falso excepto su prótesis de vidrio con forma curva y de colores entre
blanco, amarillo y verdoso azulado que rellenaba el hueco de su ojo derecho,
extraviado quizás en qué etapa de su juventud.
Setentón,
de muy baja estatura, panza incipiente, calvo, bigote a lo actor porno de los
años 80 y vestido con ropa pasada de moda; lo que lo hacía un hombre
insignificante.
En
la privacidad y en el computador se dedicaba a ver pornografía e informarse de las reuniones
importantes con fechas y lugares a
través del periódico y asistía a ellas sin
invitación alguna, anónimamente, su nombre nunca estaba en la lista de invitados,
pero él se las arreglaba muy bien para entrar y conversar con ellos simulando
ser un personaje de pensamiento avanzado, defensor de los derechos humanos
(estaba de moda), intelectual y muy informado (el Google le solucionaba los
problemas). Exteriormente se presentaba con múltiples profesiones según la
ocasión aunque en la realidad sólo era un burócrata más de los muchos que
abundaban en oficinas oscuras y pequeñas, sin patrimonio, sin familia y sin
oficio. Un completo farsante.
Y
todo sucedió como debía suceder, porque las leyes del universo son estrictas y “Dios
es más justo que los humanos y los medirá con otra medida” y como todo farsante
quien nunca aceptó ser quien era y se falsificó mediante personalidades inexistentes
(por lo tanto ninguna), su final fue consecuente (lo único consecuente del
tipo).
En
el incendio provocado por un grupo anarquista en la Biblioteca Nacional durante
la presentación del libro de un político de moda (otro farsante aunque institucional),
donde asistían varias personas con delirios intelectuales. Hubo dos muertos,
uno de ellos una señora ya mayor de nombre Olga Rosemberg conocida por aparecer
siempre en todas las presentaciones de libros con el único objetivo de
conseguir algún viudo despistado, y el otro un cadáver cuya identidad fue desconocida
puesto que sólo quedó el cuerpo calcinado, irreconocible, un NN, y entre su
calavera una ennegrecida y pequeña pieza de vidrio, de forma curva y colores entre
blanco, amarillo y verdoso azulado.