jueves, 27 de noviembre de 2025

CRÓNICA




 

                                                                                         Por Mónica Gómez       

 

                            Resabios de la dictadura y otras yerbas

                                                                               


           Escribo esta crónica en la ciudad de Santiago de Chile, con el propósito de mostrar

que el retorno a la democracia en mi país no significó sólo el impacto de un cambio

 profundo que se reflejó en diversos aspectos de la vida   cotidiana.

 Y dónde en las calles de Santiago, se percibió una mezcla de esperanza  

entre los ciudadanos que buscaban reconstruir vínculos y redefinir sus 

roles en una sociedad que aún sanaba heridas.

 Si no que también hubo conductas de abuso y fraude con el fin de obtener beneficios

 y provechos ilícitos provocados por personas inescrupulosas – opino que la

 corrupción se lleva en el ADN- qué utilizando oportunidades sociales, políticas

 y la falta de control adecuada por parte de las autoridades; permitieron que esta 

gente actuara.

     Sé de muchas historias engañosas, aunque esta vez me referiré a una que

     afecta la confianza de muchos miembros hacia una institución con prestigio  

     internacional y con sedes a través de todo el mundo.

         Conozco de estas acciones por haber ejercido mis profesiones del    

            periodismo y literatura en México en mi calidad de escritora chilena en el país

del norte durante veinte años, y luego la literatura y la gestión cultural desde

hace veintiún años a la fecha, en mi regreso a Chile.

Contaré en esta crónica una anécdota que no lo habría hecho si no fuera porque

contraviene los estatutos de la organización donde se realizó e implicara gravedad

en contra de los derechos de los socios, muchos de ellos escritores.

Sucedió el 25 de marzo de este año de 2025 en Santiago de Chile, exactamente

a las cinco de la tarde de un martes, a treinta y cinco años del retorno de la

democracia y luego de una dictadura de diecisiete años.

Y me referiré a la falsedad de individuos enquistados en las instituciones democráticas

que usando informaciones fraudulentas y recursos falsos - resabios enquistados

 por el régimen pasado- usan y abusan en contra de los miembros de la sede, con

acciones de amedrentamiento, censura y represión.

Aclaro que soy socia de la organización a la que me referiré, desde hace varios años y

al ingresar fue convencida de asumir el compromiso de ejercer un voluntariado a favor

de hacer cumplir con los deberes de rescatar, defender y luchar contra la censura,

 la mordaza y la represión.

Manteniendo hacia esta sede una actitud responsable como profesional de

la letras y agente de la cultura – ambas certificadas en México y en

Chile-, con mis cuotas como miembro al día, la colaboración permanentemente

 de integrar nuevos socios y la donación voluntaria de proyectos culturales.

El asunto es que aquí comprobé la falsedad de dos dirigentes elegidos como 

consecuencia del ejercicio de la amistocracia y el oportunismo.

Y sucedió que por solicitud del vicepresidente de este año de la sede en Chile y

actualmente presidente de la organización de la Comisión Internacional de Escritoras y 

Escritores por la Paz, fui convocada a una reunión  presencial con él en lo que pensé 

sería momento de fortalecer actividades.

Pero no lo fue.

 El asunto de la citación era la orden que me exigía – de forma amenazante- que yo

 no hablara ni realizara ningún comentario, como lo habían realizado antes


  doce socios -escritores conocidos y respetables- quienes debieron renunciar por no

  estar de acuerdo con las condiciones arbitrarias de la presidenta y vicepresidente de

  la sede Chile y  haber manifestado sus opiniones.

  Insistió en este asunto varias veces y en tono prepotente me demandó no participar

  más debido a que yo había expresado cierto reclamo con la forma de dirigir la 

sede.

  A lo que respondí que de ninguna manera aceptaba órdenes que contravenían

 mis principios éticos y menos el de silenciarme y hacerme cómplice de acciones

 autoritarias e injustas.

 Hasta ahí todo se trataba de censura y amedrentamiento, nada más que sorpresiva-

 mente se sintió el ruido de una grabadora que se apagaba y una luz roja señal de stop

 se notó en el bolso semiabierto que traía en el vicepresidente en su hombro

izquierdo y en forma oculta, ESCONDIDO (como en las peores épocas de la dictadura).

Y la reunión terminó, sorprendido este personaje y al darse cuenta qué su grabadora

 había quedado al descubierto, se retiró rápidamente.

A partir de ese momento, la negatividad hacia mí del vicepresidente y la presidenta

de la institución fue la de excluirme de todas las actividades, no responder a mis

envíos de proyectos literarios y eliminar mi participación en el WhatsApp grupal de

socios- a pesar del reclamo de varios-.

Sé que no es fácil vivir en continua resistencia contra las exigencias de complicidad

que nos piden las causas deshonestas, indudablemente se crean muchos enemigos.

A pesar de ello es mi convicción en la vida como mujer escritora, luchar contra la

injusticia y la violencia de todo tipo (aún de las más enmascaradas y solapadas).

Concluyo que al no tener las sedes de esta organización una supervisión anual

 por parte de autoridades calificadas internacionalmente, estos hechos se repetirán y los

escritores-socios; renunciaremos, ya que seguirán siendo estos lugares

únicamente de participación para aquellos que acepten lo inaceptable y estén dispuestos

 (según los parámetros dominantes) a la obediencia absoluta y humillante.

 A pesar de esta situación escribo esta crónica porque a los verdaderos escritores

 no nos impedirán manifestar la denuncia por defender y recuperar los valores que

 aún existen en sus dimensiones de honestidad, justicia y verdad.

Es un deber.

 

 





 

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